En verdad, el mercado hubiera consumido bastante más de no haber sido porque no se llegó a concretar toda la intención de siembra del maíz, gran consumidor de nutrientes, y porque la sequía en el arranque del verano cortó buena parte de los planes de fertilización. “Era una campaña para llegar a las 4 millones de toneladas”, señala Pablo Pusetto, presidente de la Asociación Civil Fertilizar.
Si bien puede haber un pequeño desfasaje entre la consideración del consumo por año calendario o por campaña, la noticia del récord es menor frente a dos elementos muy significativos que arroja el informe de Ciafa: cada vez se usan más nutrientes y la participación de la industria nacional es creciente.
A comienzos de los 90, la agricultura argentina apenas si consumía 300.000 toneladas por año. Había una permanente descapitalización de esa cuenta bancaria que son los nutrientes que tiene el suelo; como consecuencia se estaba lejos de alcanzar los límites productivos de la genética vegetal.
Es decir cosechábamos relativamente pocos quintales por hectárea y a costa de exportar los nutrientes del suelo.
La primera década del siglo XXI arrancó con un consumo en torno de 1,7 millón de toneladas de fertilizantes, pero donde el 90% era importado.
Habíamos mejorado el equilibrio entre reposición y extracción y levantado el nivel de rendimientos, pero dependíamos del insumo externo.
Ahora arrancamos la segunda década con lo que debería ser un piso de 3,7 Mt, marcando un crecimiento de 217% respecto del piso anterior
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